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Estar sin estar listos

Para el día de hoy todo mundo habrá escrito sobre el sismo que nos secuestró el pasado 19 de septiembre, 32 años después del gran movimiento telúrico del año 1985. En el año 1985, este autor no era ni siquiera una preconcepción de la biología humana. Sin embargo, mi madre y padre lo eran. ¿Y […]

Para el día de hoy todo mundo habrá escrito sobre el sismo que nos secuestró el pasado 19 de septiembre, 32 años después del gran movimiento telúrico del año 1985.

En el año 1985, este autor no era ni siquiera una preconcepción de la biología humana. Sin embargo, mi madre y padre lo eran. ¿Y qué cambió? Lo que cambió es que no habrá mucho que les pueda contar o platicar que ustedes no sepan. Lo único que si puedo hacer es sentarme a pensar en todo lo que hubiera sido diferente.

El 19 de septiembre de 1985 a las 7:17 am, sin alarmas, sólo con un café, un atole o un tamal en la mano el Distrito Federal y sus alrededores sintieron retemblar desde el centro de la tierra un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter. En ese episodio de la historia así como en algunos anteriores no se sabe la cifra exacta de perdidas humanas, aunque se estima fuera de más de 5 mil personas.

En 2017, año turbulento en cualquier arena que se le refiera, el susto vino 12 días después de que un sismo nos quisiera madrugar a las 11.49 pm. En ese día, las costas más pobres del país sufrieron la mayoría de las afectaciones.  Después vinieron las imágenes de los medios nacionales e internacionales que nos hicieron preguntarnos que habíamos hecho o dejado de hacer para que los dioses nos mandaran semejante mensaje. ¿Por qué siempre le toca a quienes menos la deben? ¿Por qué no a nosotros, los que hemos desecho el mundo a base de emoción y tecnología? La respuesta, como dijo Joan Báez, está en el aire.

Para un millenial como yo, uno más que quiere hablar, con tan sólo la ilusión de ser escuchado, se me hace muy difícil describir el choque de sentimientos. Ver a mis compatriotas mexicanos, incluyendo al gobierno federal, sudar la gota gorda, la cara de preocupación, las cadenas humanas, el humor en las escenas más trágicas y la nunca rendición de un pueblo tan resiliente como el mexicano. Puños unidos, aplausos la organización, las ganas, la superación social, económica y política de un pueblo que sabe trascender y resistir.

Unas fuerzas armadas a las que acusamos de violadores a los derechos humanos y aún así ver las imágenes de miles de solados y marinos desfallecer de hambre, agotamiento y deshidratación tras trabajar días en búsqueda de vida mexicana. Y es que, quien no haya visto a nuestros hombres y mujeres en uniforme dejar el sándwich o la torta por la gente rescatada o en necesidad, es simplemente por que está jodido.

Yo veo a un pueblo mexicano que se repone de lo que sea, que se une, que admira, respeta y sobre todo valora lo que tiene. Sea el gobierno que sea, el estadista que sea. Todos somos mexicanos, hasta el más ratero o corrupto tiene sentimientos, o quizás sea muy ingenuo y deba resistirme a creer.

Pero por otro lado, estando en un piso 16 de un edificio “moderno” al momento del movimiento sísmico, tengo que admitir que después de estar hombro a hombro con personas de guerra, no estamos listos para el “gran sismo”. Porque si bien, después del 85, nuestros padres y familiares retienen el gran deja vu de un momento de terror, nosotros los jóvenes nos rehusamos a creer. Nunca vi tanta organización por parte de las autoridades, desde el vigilante de estacionamiento hasta generales y almirantes, secretarios y el presidente. Lo que si vi fue a varios ciudadanos, metropolitanos siendo #lordsismos, desesperados por avanzar en sus vehículos cuando claramente los protocolos de emergencia seguían. Ciudadanos montados en el lujo o “disque” dinero mentándole la madre a los policías por hacer lo que casi nunca hacen su trabajo. Vi a periodistas y activistas rendirle el respeto y admiración que se deben los militares, si, aquellos violadores de derechos humanos, pero que caen en batalla como moscas sin decir nada y llegando primero a rescatar durante días sin dormir para después colapsar en plena calle. Tenemos que saber que el movimiento tectónico es impredecible y que muy probablemente apenas venga el grande, para el cual tenemos que estar mentalmente, culturalmente y cívicamente preparados. Mi personal solidaridad para todos los afectados, si en algo puedo ayudar por favor escríbanme a mi Twitter @RodrigVillegas, esperando tener la misma calidad de mexicano que ustedes. Al tiempo.

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