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Temer, el reformista

El presidente interino de Brasil, Michel Temer busca emprender una serie de reformas con el objetivo de que el país sudamericano, recupere cierta certidumbre y confianza económica.

Entre las medidas está la derogación de la legislación petrolera, el recorte al gasto público, y una revisión al sistema de pensiones, lo que supone un giro a las políticas de sus antecesores.

58%
de la población opina que Temer debería ser sometido a juicio político, igual que Dilma Roussef, según cifras de la encuestadora brasileña Datafolha
Michel Temer se ha planteado derogar la actual legislatura petrolera de carácter nacionalista, la cual se vislumbra necesaria ante los escándalos de corrupción al interior de la paraestatal Petrobras, y la reducción de los precios del crudo

El presidente interino de Brasil, Michel Temer busca emprender una serie de reformas con el objetivo de que el país sudamericano, recupere cierta certidumbre y confianza económica.

Entre las medidas está la derogación de la legislación petrolera, el recorte al gasto público, y una revisión al sistema de pensiones, lo que supone un giro a las políticas de sus antecesores.

Sin embargo, antes de poder implementar estas políticas, Temer deberá enfrentarse a un Congreso dividido y a una opinión pública que cuestiona desde la integración de su gabinete, hasta la forma en que llegó al poder.

Temer, quien llegó a la presidencia brasileña hace apenas dos semanas, tras la separación provisional de Dilma Roussef, anunció la semana pasada en un mensaje televisivo una serie de reformas para impulsar una maltrecha economía.

Brasil, que hasta hace unos años era un ejemplo de crecimiento económico en Latinoamérica y el mundo, se encuentra en medio de la peor recesión en los últimos años.

Además, la actual crisis política y de instituciones ahondan aún más la falta de credibilidad de la ciudadanía en su clase dirigente, sobre todo después de las revelaciones del caso Petrobras, en donde muchos políticos han sido salpicados.

Michel Temer tiene una oportunidad única, y además un gran reto para encarrilar la economía brasileña, para ello, busca desmarcarse de las políticas de sus antecesor y otrora aliados, Lula Da Silva y Dilma Rousseff.

Se ha planteado derogar la actual legislatura petrolera de carácter nacionalista, bandera y herencia de sus antecesores, la cual se vislumbra necesaria ante los escándalos de corrupción al interior de la paraestatal Petrobras, y la reducción de los precios del crudo.

Además, el gobierno de Temer ha propuesto un amplio recorte al gasto público, que incluye recortes a la educación, lo cual ha sido muy cuestionado no solo por sus opositores políticos sino de otros sectores de la sociedad brasileña.

Sumado a eso, está la incertidumbre de que un recorte al gasto gubernamental no traería un efecto negativo ante la posibilidad de una contracción económica.

Otras de las medidas que serán más controversiales es la revisión integral al sistema de pensiones que propone Temer. Actualmente la legislación permite que una persona se pueda jubilar a los 54 años, lo que podría crear en un futuro un pasivo laboral que sería una carga a la economía brasileña.

Cuestionado

Temer tendrá que enfrentarse a un Congreso Dividido y con una gran cantidad de intereses para poder sacar adelante sus reformas.

Aunque su partido, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, es la primera minoría en el Congreso, no le alcanza para poder pasar las reformas, además de que aún existe un amplio grupo de leales a Dilma Rousseff que harán todo lo imposible por bloquearlo.

Michel Temer ha sido cuestionado por la forma en que llegó a la presidencia brasileña, acusado por haber traicionado a Dilma Rousseff y de ser el principal impulsor para su destitución para su beneficio propio.

En una maniobra, tanto hábil como inesperada, Temer anunció en marzo pasado que su partido el PMDB, abandonaba el gobierno, del que hasta el momento había sido el principal aliado.

Con este movimiento, la caída de Dilma quien ya era severamente cuestionada en su mandato, se aceleró, pues la frágil alianza con el PMDB era lo único que evitaba el juicio de destitución.

Como era de esperarse, los legisladores del PMDB leales a Temer votaron a favor del juicio, lo que separó provisionalmente a Dilma de la presidencia y encumbraría a Temer al puesto.

Ahora Temer tiene por delante, en principio, hasta 6 meses para impulsar sus reformas, y que éstas tengan un verdadero impacto que le ayude a ganar adeptos. 

En caso de que Dilma sea destituida oficialmente, que es el escenario más previsible, Temer asumiría el cargo hasta el término del mandato en 2019, lo que le daría amplio margen para medir los resultados de sus políticas.

Temer no ha ocultado su deseo de presentarse a las urnas en las próximas elecciones presidenciales, y convertirse en el primer presidente emanado del PMDB que llegó por la vía electoral.

Aunque Temer ya es el tercer presidente brasileño miembro del PMDB, tanto él, como sus antecesores, se hicieron de la presidencia en sustitución, por una u otra circunstancia, del presidente electo por el voto ciudadano.

En este momento, su popularidad entre el electorado brasileño es alarmantemente baja, y la legitimidad de su presidencia por la manera en que llegó al cargo es severamente cuestionada.

Según cifras de la encuestadora brasileña Datafolha, publicadas previo a la suspensión de Dilma, apenas el 2 por ciento de la población votaría por Temer en una elección presidencial.

La misma encuesta mencionaba que el 60 por ciento de los brasileños estaban a favor de su renuncia, y un 58 por ciento opinaban que el entonces vicepresidente debería ser sometido de igual forma a juicio político.

Por lo tanto, Temer se juega gran parte de su futuro político en la aprobación de sus reformas, con las cuales pretende dar un giro a las políticas de sus antecesores, y el tiempo marcha en su contra, pues solo unos resultados inmediatos y satisfactorios podrían darle el aire que necesita para aspirar a seguir siendo el máximo mandatario brasileño.

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