Temer, un año sin grandes cambios

El 12 de mayo de 2016 Michel Temer asumió la presidencia de Brasil en uno de los momentos de mayor tensión en la historia reciente del país, tras la suspensión de la entonces presidenta Dilma Rousseff, quien enfrentaba un juicio político por irregularidades en la cuenta pública.

Hoy, a un año de su llegada, Temer tiene un nivel de aprobación a su desempeño aún menor al de Dilma al momento de su destitución y ha quedado lejos de su promesa de unificar al país y sacarlo de la recesión económica y el desempleo.

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Por ciento rechaza las reformas laboral y de pensiones que impulsa
Este año es la primera vez desde 2003 que el poder adquisitivo de los brasileños no registra un alza
La reforma laboral del presidente Michel Tremer fue aprobada por la Cámara de Diputados, pero no hay avance en el Senado. La de pensiones no se ha discutido
“No tengo ninguna intención de continuar en la actividad política, creo que ya cumplí mi papel”             
Michel TemerPresidente de Brasil, sobre su plan al terminar su periodo en 2018

El 12 de mayo de 2016 Michel Temer asumió la presidencia de Brasil en uno de los momentos de mayor tensión en la historia reciente del país, tras la suspensión de la entonces presidenta Dilma Rousseff, quien enfrentaba un juicio político por irregularidades en la cuenta pública.

Hoy, a un año de su llegada, Temer tiene un nivel de aprobación a su desempeño aún menor al de Dilma al momento de su destitución y ha quedado lejos de su promesa de unificar al país y sacarlo de la recesión económica y el desempleo.

En su primer discurso a la nación, Temer dijo que su primer palabra al pueblo brasileño era confianza. 12 meses después, paradójicamente, los brasileños no confían en él, solo 9 por ciento lo aprueba, y el 71 por ciento rechaza las reformas que ha impulsado.

Precisamente su intento de reformas laborales y al sistema de pensiones ya provocaron a finales de abril el primer paro general de Brasil en los últimos 20 años.

Los sindicatos brasileños también anunciaron movilizaciones durante el mes de mayo, tanto en la capital Brasilia como en diferentes estados, para presionar al gobierno central y sobre todo a los parlamentarios para que voten en contra de esta legislación.

Freno legislativo

Para Michel Temer, estas dos reformas, tanto la laboral como la de pensiones, son las grandes apuestas de su gobierno, sin embargo se ha enfrentado a serias dificultades en el tránsito legislativo.

La laboral fue aprobada por la Cámara de Diputados, pero sigue sin avance en el Senado. La ley de pensiones ni siquiera se ha discutido.

Otro de los grandes pendientes de la administración de Temer es el empleo. Cuando asumió el cargo, en Brasil había aproximadamente 11 millones de desempleados, hoy se calcula que la cifra es mayor a 14 millones.

Y aunque la inflación ha disminuido de forma importante, también es cierto que los ajustes salariales apenas y pueden equilibrarse, y este año es la primera vez desde 2003 que el poder adquisitivo de los brasileños no registró un alza.

A pesar de que Temer aseguró que su gobierno mantendría los programas sociales, en la práctica más de un millón de familias han dejado de recibir el programa Bolsa Familia, el más importante apoyo social en el país.

Según datos de la agencia AP, los recortes a este programa se han concentrado en su mayoría en las regiones más pobres del Brasil, el norte y el nordeste, regiones que históricamente han sido bastiones del Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, rivales políticos de Temer.

Quizá algo a su favor sea la desaceleración de la inflación, que superaba el 10 por ciento cuando asumió la presidencia, y ahora es de alrededor del 5 por ciento, aunque algunos economistas sostienen que esta caída se debe a que los brasileños han disminuido su nivel de compras.

‘Cumplí mi papel’

El mandatario brasileño aseguró recientemente en una entrevista que no buscará la reelección en los comicios de 2018 y que tras concluir su mandato se retirará de la política.

“No tengo ninguna intención de continuar en la actividad política, creo que ya cumplí mi papel”, aseguró Temer en una entrevista difundida la semana pasada por la cadena Rede TV.

Aunque desde que sustituyó a Dilma Rousseff se ha especulado que el líder del Partido del Movimiento Democrático Brasileño tenía contemplado presentarse a las elecciones del 2018, al parecer ni el entorno ni las cifras están a su favor.

Dentro de la investigación Lava Jato, que ya se ha convertido en el mayor sismo político en la historia de Brasil, el propio presidente ha sido señalado por presuntamente haber recibido donaciones ilegales durante la pasada campaña presidencial dentro del sofisticado entramado de sobornos de la constructora Odebrecht.

Temer habría recibido de Odebrecth alrededor de 3 millones de dólares durante la campaña presidencial de 2014, que llevaría a Dilma Rousseff como presidenta y al propio Temer como vicepresidente.

Es la primera vez en la historia de Brasil que el Tribunal Superior Electoral investiga a un presidente en funciones, y en el peor de los casos, una sentencia condenatoria podría terminar incluso con una destitución de Temer y el llamado del Congreso a elecciones, quizá más de lo que pueda soportar Brasil en estos momentos.

Además de llevar a Temer a juicio, el escándalo de corrupción arrasó con sus colaboradores más cercanos; en lo que va del año, ocho de sus ministros han tenido que dimitir por estar vinculados en la trama de la petrolera Petrobras y la constructora Odebrecht.

La percepción de que Temer haya maniobrado políticamente para propiciar la caída de Dilma y su ascenso a la presidencia está muy arraigada en la sociedad brasileña, otro de los factores que explican su enorme impopularidad.

El hecho de que Temer se encuentre muy por debajo en las preferencias electorales también habría sido determinante para su decisión de no presentarse a los comicios e incluso retirarse de la vida política.

De acuerdo con recientes sondeos, si el mandatario se presentara a la reelección en 2018, solo el 2 por ciento de la población le daría su voto.

Esta situación contrasta con la del exmandatario Luiz Inácio Lula Da Silva, quien a pesar de estar también señalado en la investigación Java Lato y enfrentar cinco procesos judiciales, es en este momento el mejor colocado de los potenciales aspirantes a la presidencia.

A Temer, de 76 años, le queda poco menos de un año y 8 meses en el cargo, y aunque continúa defendiendo su gestión y sus políticas, la realidad es que al día de hoy no parece que vaya a dejar un legado digno de recordar.

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