La cruda del Buen Fin

El Buen Fin, el programa nacional de incentivo a la creación de descuentos y promociones que vivimos el fin de semana pasado, ha causado conmoción en toda la república.

Mientras que el programa gubernamental buscó organizar a las tiendas departamentales para que ofrecieran rebajas y descuentos, tales tiendas no recibieron un estímulo fiscal extraordinario para el proyecto.

De tal modo, las cifras para cuantificar de manera objetiva el llamado Buen Fin probablemente no sean publicas hasta finales del año. Sin embargo, el ánimo causado por el programa fue evidente.

Programas como este concentran la demanda de los consumidores y las empresas se ven en la necesidad de competir para acaparar más clientes de lo usual

El Buen Fin, el programa nacional de incentivo a la creación de descuentos y promociones que vivimos el fin de semana pasado, ha causado conmoción en toda la república.

Mientras que el programa gubernamental buscó organizar a las tiendas departamentales para que ofrecieran rebajas y descuentos, tales tiendas no recibieron un estímulo fiscal extraordinario para el proyecto.

De tal modo, las cifras para cuantificar de manera objetiva el llamado Buen Fin probablemente no sean publicas hasta finales del año. Sin embargo, el ánimo causado por el programa fue evidente.

La asociación encargada de administrar el sitio oficial www.buenfin.org comunicó que el viernes más personas habían ingresado a su sitio este año, que en todo el 2011.

Todas las señales, incluyendo los apoyos de promoción por gobiernos locales y la decisión de algunas empresas de adelantar los aguinaldos, han llevado a varios a proclamar que fácilmente se superarán las ventas del año pasado estimadas en 140 mil millones de pesos.

El incremento en el consumo a través de estos programas tiene dos funciones básicas en la economía.

Primero, tales programas como El Buen Fin funcionan como un estímulo de liquidez. Las empresas que necesiten liquidez para compras de mediano o corto plazo pueden encontrarla más fácilmente con compras mayores que a través de un préstamo bancario.

Y segundo, concentra más a la demanda de los consumidores. Gracias a que repentinamente el mercado se hace mucho mayor (por unos días), las empresas se ven en la necesidad de competir más para acaparar más clientes de lo usual.

El cambio de las reglas hace que los consumidores tengan más poder de negociación y por ende las empresas tengan que ofrecer mejores descuentos o planes de pago.

Lo negativo del fin

Los programas de consumo como éste siempre encuentran críticos.

Por ejemplo, una investigación de la UNAM encontró que casi 3 de cada 4 ofertas publicadas con motivo de estas fechas se tratan solo de más meses para pagar y no necesariamente precios nominales más bajos. Los académicos critican que se trata de solo una manera de endeudar más al consumidor a cambio de ventas de corto plazo.

En este sentido se podría citar un programa parecido que el gobierno de Estados Unidos llevó a cabo en el 2008 en plena crisis económica.

En ese entonces inclusive se ofrecieron una serie de incentivos fiscales, para que los consumidores comprarán más autos nuevos.

Pero una investigación de un profesor de la Universidad de Cornell encontró que casi la mitad de esas compras se hubieran hecho sin importar las promociones, lo que sin duda pone en perspectiva las ganancias de un programa como tal.

Algunos argumentan que en el Buen Fin sucedió algo similar: un desplazamiento de compras que de igual forma se hubiera hecho, aunque en otro tiempo y tal vez a otros precios.

México: caso especial

A pesar de las criticas, México es un país todavía con un amplio margen de maniobra para aprovechar las iniciativas de consumo.

Por ejemplo, un importante componente del Buen Fin es que se lleva a cabo una semana previo al llamado Black Friday en Estados Unidos, lo que incentiva al consumo dentro del país para las personas que viven cerca de la frontera norte.

En el fin de semana del Black Friday del 2011, más de 52.5 mil millones de dólares fueron gastados por más de 226 millones de personas.

Aún ante las ofertas especiales en tierras mexicanas, se vieron largas filas en los cruces fronterizos de consumidores que percibieron que los precios en Estados Unidos todavía serían más baratos que en El Buen Fin mexicano.

En otro ángulo, los mexicanos no están endeudados de una manera comparable con un país avanzado.

Los bancos han tomado nota de ello, ofreciendo incentivos para que se usen más las tarjetas durante esta fecha.

Por ejemplo, Banamex “regala” una mensualidad al firmar a 18 meses cualquier compra, lo que equivale a poco más del 5 por ciento de descuento a cambio de pagos fijos por un año y medio.

Previamente, la sociedad mexicana había tenido una restricción general para acceder al crédito para consumo.

La reciente tendencia a dejar fluir el crédito a una gama de consumidores cada vez mayor puede llegar a tener repercusiones negativas si no se fomenta una cultura propensa al manejo sustentable de la deuda.

En alusión al potencial de crecimiento, la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales, una de los principales impulsoras de El Buen Fin, espera una alza de 4.5 por ciento en términos reales en las ventas de las mismas tiendas durante todo el año.

Si bien no se puede asegurar que es debido a El Buen Fin, al menos se puede decir que las compras de los mexicanos aún no llegan a su límite.

Y aunque la mayoría de las promociones se reducen a más plazo para pagar, esto no significa que no le convenga al consumidor.

El único riesgo aparente de un programa como El Buen Fin, y en una economía como la mexicana, es que los consumidores se tomen tan enserio los descuentos y el estímulo para comprar que terminen por endeudarse más allá de su capacidad de pago.

Pero dadas las circunstancias, El Buen Fin parece ser una iniciativa exitosa y que veremos repetirse en años entrantes.