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El frente amplio del TLCAN

Los esfuerzos para salvar al acuerdo comercial trascienden al gobierno y al empresariado mexicano. La iniciativa privada estadounidense, representada en la American Chamber of Commerce, así como los congresistas y senadores del Partido Republicano están invirtiendo su capital político en la supervivencia del tratado

“El poder es bien tenido cuando el poderoso es más amado que temido”
Adelardo López de Ayala Dramaturgo español

Las perspectivas de supervivencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte no están fincadas en la habilidad de persuasión del equipo de negociación de México, sino en el respaldo de la élite económica estadounidense que está representada, entre otros lugares, en la American Chamber of Commerce (ACC).

Se trata de la organización empresarial más importante de Estados Unidos y uno de los grupos que más gasta en cabildeo en un país en el que el sistema político está regido por la dinámica del financiamiento privado. Su influencia en Washington, entiéndase en el Congreso y en la Casa Blanca, es innegable.

Ante la creciente posibilidad de que la administración de Donald Trump obligue a que uno de los socios del TLCAN se levante de la mesa, Tom Donohue, el presidente de la ACC, ha enviado un mensaje agresivo de que se utilizarán todos los recursos legales a su disposición para presionar al Congreso, a la Casa Blanca y a la Suprema Corte de preservar el status quo del acuerdo comercial.

Conforme crece la brecha entre las posiciones de negociación de Estados Unidos y sus socios comerciales, la atención mediática transita de la mesa de renegociación del TLCAN hacia los esfuerzos de cabildeo político en el Congreso estadounidense.

Las elecciones de medio término del 2018, en las que el financiamiento de la iniciativa privada jugará un rol fundamental, renovarán toda la cámara baja, un tercio del Senado y las gubernaturas de Texas, California, Arizona, Nuevo México y Alabama; cinco estados que el año pasado fueron origen del 60 por ciento de las exportaciones estadounidenses que se destinaron a México.

Se espera que la ACC y conglomerados empresariales como la firma de agronegocios Cargill, cuyo director general ha instado públicamente al presidente Trump a preservar el TLCAN, participen activamente en el proceso electoral del año próximo.

Moisés Kalach, el director del “cuarto de junto” del Consejo Coordinador Empresarial, dijo recientemente que la estrategia prioritaria de la iniciativa privada mexicana es el acercamiento con los aliados del TLCAN en Estados Unidos: “Es la mejor manera de llegar a los oídos de Trump”.

Dave MacLennan, director general de Cargill, considera que la cancelación del TLCAN significará la pérdida del 10 por ciento de los ingresos corporativos de Estados Unidos

Congreso: con la última palabra

El consenso de especialistas jurídicos sugiere que el presidente Donald Trump está inhabilitado legalmente para ordenar la salida de Estados Unidos del TLCAN sin el consentimiento del Congreso.

En ese sentido, el grueso de los senadores y congresistas del Partido Republicano, constantemente enfrentados a la voluntad del presidente Trump en temas cruciales para su agenda, han asumido una postura defensiva en relación al TLCAN.

Así lo ha expresado Orrin Hatch, el senador republicano que está cargo del poderoso Comité Financiero de la cámara alta, aquél que se encarga de revisar cuestiones relacionadas con el comercio exterior.  Algunos miembros del Partido Republicano en el Congreso han dejado ver que se condicionará la reforma fiscal del presidente, uno de los proyectos más ambiciosos de su administración, a la continuidad del TLCAN. Esta posición se asume en un contexto en el que el gobierno de Trump está urgido de una victoria política: en 10 meses de gestión, no se ha aprobado ninguna pieza legislativa sustantiva.

La prensa estadounidense reporta que Robert Lighthizer, el representante comercial de Estados Unidos, está realizando importantes esfuerzos de cabildeo con los legisladores republicanos para formar lo que él denomina como “una amplia coalición a favor del libre comercio”.  El éxito de Lighthizer ha sido limitado y no es difícil ver por qué. Su postura es paradójica: se trata de un jefe de negociación que, de acuerdo a la narrativa de la iniciativa privada estadounidense, ha planteado “pastillas de veneno” en la mesa de discusión del TLCAN con la finalidad de sabotear la renegociación.

De acuerdo a un cabildero consultado por el diario Financial Times, Lighthizer perdió el beneficio de la duda que originalmente le fue otorgado por la comunidad empresarial de Estados Unidos.

“Estoy comprometido en trabajar con el presidente para lograr un acuerdo moderno y fuerte que favorezca a Estados Unidos. Sin embargo, preocupa que las recientes propuestas vayan en la dirección opuesta y no sean aprobadas por el Congreso”
Orrin HatchSenador republicano por Utah

El factor demócrata

Históricamente, las votaciones sobre tratados de libre comercio han sido aprobadas con una mayoría marginal en el Congreso. Tradicionalmente, las propuestas han sido apoyadas por el Partido Republicano y opuestas por el Partido Demócrata. No obstante, en la era Trump, la beligerancia de la oposición hacia la presidencia podría resultar en la formación de un consenso sólido en torno a la supervivencia del TLCAN.

Aunque el Partido Demócrata libra una disputa ideológica interna entre el ala más izquierdista (afín al proteccionismo comercial y al sindicalismo laboral) y la más moderada, es poco probable que la administración de Trump encuentre aliados antiTLCAN en la oposición. Con las elecciones de noviembre de 2018 en puerta, convertirse en el aliado demócrata del presidente sería demasiado peligroso aún para figuras consolidadas y ubicadas en la parte más radical del espectro político como lo es el senador Bernie Sanders.

Además, los demócratas moderados como el congresista Brian Higgins han esgrimido un comentario que alude a la corriente sindicalista del partido: la homologación de las condiciones laborales en México será mucho más difícil de conseguir sin el TLCAN; la ausencia del tratado implicaría que la brecha salarial entre los trabajadores estadounidenses y los trabajadores mexicanos se ampliará aún más.

En suma, podría argumentarse que el futuro del TLCAN está en buenas manos, en las de uno de los sectores más influyentes del sistema político estadounidense: el sector empresarial. Paradójicamente, en la era Trump esto no significa una garantía de supervivencia.

“La relación comercial trilateral es demasiado valiosa para las empresas estadounidenses, para sus trabajadores y para el crecimiento económico como para que retrocedamos y veamos hacia dentro”
Tom DonohuePresidente de la American Chamber of Commerce
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